La arquitectura románica se desarrolló paulatinamente en algunas regiones de la Europa medieval entre finales del siglo X y las dos primeras décadas del siglo XI. Durante esta época se revela un acentuado dinamismo en la definición de las planimetrías originales, en nuevas soluciones constructivas y en los primeros esbozos de la escultura arquitectónica, principalmente en las regiones de la actual Francia y España: Borgoña, Poitou, Auvergne y Cataluña.
Este fenómeno debe ser entendido en el ámbito de un marco histórico más complejo, marcado por la expansión del monaquismo y por el aumento que registraron las peregrinaciones en aquel entonces. La arquitectura románica no fue una arquitectura exclusivamente religiosa. También se construyeron en gran cantidad y variedad castillos, palacios, torres, puentes, red de carreteras y otros equipamientos públicos o privados.
Es entre 1060 y 1080 que la arquitectura románica consolida sus principales novedades técnicas y formales, utilizando el conocimiento preexistente y que se adaptaba en aquel entonces a las nuevas necesidades y funciones. En este sentido, la planimetría de la iglesia románica, a pesar de variada, se presenta bien definida aproximadamente en el año 1100, al mismo tiempo que la escultura invade el edificio, cubre los capiteles y adorna fachadas y claustros.
El románico ha sido considerado como el primer estilo europeo. Si es cierto que la arquitectura y las artes románicas constituyen un fenómeno común a los reinos europeos de aquel entonces, la verdad es que una de las principales características del estilo es exactamente su diversidad regional. A pesar de las constantes revalorizaciones que se han hecho sentir en torno a la compartimentación de la Historia del Arte en estilos, éstos siguen siendo hoy en día barómetros útiles en la definición de la historia de las formas.
Fundamentalmente sirven para clasificar grandes grupos de monumentos y no pueden ejercer una influencia exclusiva en el análisis de un determinado edificio. De hecho, hay sistemas constructivos y decorativos que se pueden clasificar como formando parte de un dado estilo que, sin embargo, no corresponden necesariamente a los respectivos conceptos tradicionales. De ahí que, en lo que se refiere al románico, las denominaciones paralelas de "popular", "rural" y de “resistencia" se muestren cada vez más verosímiles en la clasificación de la estructura arquitectónica en estudio.
A la par de la diversidad regional, la arquitectura románica se caracteriza por una larga diacronía. La perduración de sus formas a lo largo del tiempo, cuya amplia cronología se puede prolongar entre finales del siglo X y el siglo XV – en el caso de Portugal y de otras regiones hispánicas –, obliga a que cada vez más tengamos presente la expresión vernácula y popular de sus formas.
Así, teniendo en cuenta el carácter reductor del concepto de "estilo", antes de hablar de "estilo románico", debemos considerar el concepto más amplio de "época románica", en la medida en que éste está más de acuerdo con la heterogeneidad y la variabilidad que caracteriza este momento de la Edad Media.
Cuando hablamos de arquitectura románica es necesario tener en cuenta que los edificios no son sólo un conjunto de elementos que, coordinados entre sí, le confieren una dada forma llamada "construcción románica". Ellos son principalmente el resultado de combinaciones conceptuales, así como de las circunstancias históricas, económicas, políticas, sociales y religiosas específicas. Al fin y al cabo, son el resultado de la acción humana. Un estilo no es sólo un conjunto de soluciones formales que el objeto artístico y/o arquitectónico posee en sí mismo, pero es antes una conjugación de formas, ideas y funcionalidades.
Más de que la historia de las formas, la arquitectura debe ser entendida como la historia de los significados. La creación de grupos regionales, reunidos bajo el nombre de "románico", resulta de la estabilización de diferentes soluciones técnicas, formales y funcionales dominantes y, por extensión, de diferentes sentidos. El arte creado en los siglos XI y XII por toda Europa occidental, prolongándose más allá de estos siglos, no ha mostrado siempre, ni en todas partes, las mismas características.
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